Este 150 Aniversario también está sirviendo para conocer el trasfondo de la entidad a través de relatos de nuestros socios. En esta ocasión conoceremos la peculiar historia de la familia Carbajo García que vivió y creció en la actual biblioteca de Sierpes.
Hace varias décadas no resultaba nada extraño que los empleados de entidades señeras de la ciudad tuvieran su vivienda en el mismo lugar de trabajo o en sus aledaños, aunque no siempre se mantenga vivo ese recuerdo. Por ello, y en este año en el que se hace un repaso por la historia del Círculo Mercantil, queremos volver la vista atrás para traer a la memoria a aquellos que fueron protagonistas de una época pasada.
D. Eusebio Carbajo Rufo, fue el Gerente del Mercantil hasta 1968, año del centenario, y su familia -el menor de los hijos que aún vive, Paco, y una de sus nietas y socia, Águeda -lo definen como un hombre severo, muy trabajador y recto en sus convicciones. Así tuvo que serlo, desde que entró a trabajar en el Mercantil, lugar donde fue ascendiendo hasta ser nombrado jefe de personal, cargo que iba acompañado con una particularidad: vivir en la tercera planta de la sede o lo que entonces era lo mismo, en la c/ Sierpes 71, 2º izquierda.
Carnet de Socio del club Laurel y Oliver Hardy de Julio Carbajo
Amalia García Rebollo, su esposa, fue la madre de los ocho hijos que tuvieron en común, siete varones y una hembra que según la época nacieron en la misma sede de Sierpes o en la casa de verano, ubicada en Fregenal de la Sierra. Ocho niños que crecieron inventando juegos y ocupaciones con las que llenar su tiempo libre como la afición de cuidar palomas del menor de todos, que tenía su propio palomar en la azotea. Entre otros divertimentos estaban los partidos de fútbol que jugaban en un 4 contra 4 que, en más de una ocasión, se saldó con balonazos contra la montera. Cristales abajo, D. Eusebio subía como “alma que carga el diablo”, recuerda Paco, con la consecuente riña, pero sin poder descargar su furia con ninguno de ellos ya que siempre se repetía la misma respuesta. “Hemos sido todos”, era la fórmula secreta de los hermanos para cubrirse las espaldas. También se fabricaban con los estropajos de pita que cogían de la misma cocina, columpios que colgaban de las ventanas de la calle Moreno López, hasta que de nuevo los socios daban voz de alarma y aparecía el padre, para hacer desaparecer la invención y el entretenimiento. Recuerdos de “una infancia muy bonita”, como señala, Paco Carbajo.
Don Eusebio no era el único que vivía en “El Casino”, como era conocido en la época, ya que aparte de los tratos entre comerciantes, se destacaba por la cantidad de gente que atraía a través del billar, dominó y ajedrez. También vivía en una vivienda mucho más pequeña junto a la suya, don Serafín, el sereno de la casa, que vigilaba durante la noche. A las 6:00 h. ya estaba don Eusebio listo para una jornada laboral que, con suerte, acabaría entrada la noche cuando se fuera el último socio. “Y si había cualquier imprevisto, allí estaba como un clavo”, recuerda su hijo. Ése, quizás, fue uno de los pormenores de vivir en el trabajo, que pocas veces podía desconectar. Pero tenía placeres como el de ver la Semana Santa desde un balcón privilegiado “aunque estaba deseando que acabara la semana porque siempre había mucho trabajo”. De los niños, todos eran de los Panaderos, y uno de San Gonzalo.
Cuatro de los hermanos que salían en Los Panaderos haciendo estación de penitencia
La biblioteca no ha sido el único habitáculo que se ha visto alterado a lo largo de los años. El actual salón de exposiciones era entonces un sitio para convites de postín; bodas y bautizos eran muy demandados por los socios y, entre otros, Julio -padre de Águeda- y Paco Carbajo celebraron sus bodas en este lugar. “Incluso mis padres me contaban que fueron de los pocos que bajaron por las mismas escaleras de Sierpes ya como marido y mujer”, nos cuenta nuestra socia.
La vivienda contaba con un pequeño recibidor, cuatro dormitorios, un salón, una cocina y un cuarto de baño. Una vivienda de la que no podemos registrar fotos pero que podemos imaginar si hacemos un esfuerzo paseando por la que hoy es biblioteca. El mobiliario fue sustituido por estanterías de libros, mesas de lectura y nuevos aires renovados para dotar al socio de un espacio de recreo.
Con la jubilación de don Eusebio acabó un ciclo y se dio una transformación a nivel administrativo, exigencias del guion de la historia. Él, como Gerente de la entidad, era el encargado de la administración al completo, con la ayuda de la secretaría doña Salud, y como tal mantenía una excelente relación y cordialidad con todo su personal. “Hablaba mucho de Antoñito el repostero, del conserje Pedro Garrido, los camareros… Todos eran amigos además de compañeros de trabajo”, recuerda su hijo.
Se cumplen ya cuatro generaciones de socios, con la hija de Águeda Carbajo, y los hijos de sus primos que van cumpliendo los veintiséis. Una familia que vive el Mercantil de una forma especial y lo sienten como parte de sus vidas ya que crecieron sabiendo que fue, además de una entidad importante para la ciudad, un hogar para su familia.
Celebración del enlace matrimonial entre Julio Carbajo y Águeda Arteaga
Bautizo de la hija de Águeda, Leticia, última generación de socios