En unos años en los que la mujer no podía acceder a la condición de socio, el Centro Mercantil fue una de las primeras instituciones en apoyar la singularidad de estas escritoras, consideradas dos grandes de la literatura, concediéndole el homenaje de nombrarlas socias honorarias, al participar en una de las veladas literarias que tanta impronta dejaron en el mundo cultural sevillano.
En la lista que hoy conserva el Círculo Mercantil de Sevilla de los nombramientos como socios honorarios hasta 1911, encontramos que, entre un listado de hombres, fueron nombradas dos mujeres poetisas. Carolina de Soto y Corro y Mercedes de Velilla aparecen junto a nombres como José de Arpa, Juan Talavera, Tomás Povedano o Benito Mas y Prats. Algo de lo que no queda constancia en los libros de acta en una época en que la mujer no podía ser socia titular de la institución social. No sabemos hasta ahora cuáles fueron las causas de su nombramiento, ni siquiera el día exacto del mismo, aunque tenemos la sospecha de que fue a finales del siglo XIX, tras la participación en una Velada Artística y Literaria que el Centro Mercantil organizó con el objeto de estimular la caridad de los socios y hacer una cuestación durante la misma en beneficio de los inundados de las provincias de Murcia, Almería y Alicante. Un gran número de poetas y artistas se ofrecieron a intervenir e incluso se nombraron varias comisiones para la organización del proyecto (Junta Directiva de 23 de octubre de 1879).
El 26 de octubre de 1879 fue la fecha escogida para la celebración de la velada, de la cual no consta ninguna ilustración gráfica, pero se puede deducir por la lectura de las actas que fue un éxito. La Junta Directiva acordó gratificar a los artistas que habían participado con cincuenta duros y se entregó el producto de la cuestación realizada al presidente de la Comisión de la Junta de Muelles como representante del Comercio de Sevilla (Junta Directiva de 27 de octubre de 1879). Incluso se accedió a la solicitud de varios socios para que los poetas participantes fuesen nombrados socios honorarios del Centro Mercantil (Junta Directiva de 28 de octubre de 1879). Socios como D. Enrique Rasco propusieron que las veladas artísticas-literarias se convirtieran en periódicas en el seno del Centro Mercantil (Junta Directiva de 28 de octubre de 1879).
Una de las poetisas participantes en estas veladas, como decíamos socia honoraria de la entidad, fue la sevillana Carolina de Soto y Corro (1860-1925) cuyos datos biográficos son muy interesantes repasar en el presente artículo. Aunque nacida en Sevilla, muy pronto su familia se marchó a Jerez de la Frontera, ya que su padre, D. José de Soto y Corro, era representante en Jerez de la Garantía, sociedad de seguros mutuos contra incendios, con sede en Sevilla, motivo que le llevaría al traslado. De esta manera, Jerez sería el lugar donde vivió su infancia y juventud, donde comenzaría su vocación literaria y daría a la luz sus primeros escritos. A los once años ya escribió una comedia que representó con un grupo de amigos, a lo que se unió su colaboración en el periódico el Guadalete, fundado en 1875. En estos años consiguió algunos premios importantes como el de la Asociación de Escritores y Artistas de Cádiz en su verso ‘La conquista de Cádiz’ de 1878, el Premio de la Sociedad Económica de Amigos del País de Cádiz de 1879 y el de la Academia Gaditana de Ciencias y de Artes.
En el año 1880 creó una revista llamada ‘Asta Regia’, denominada Seminario de Ciencias, Letras, Artes e Intereses Locales, apareciendo el primer número en 1880. Esta revista le permitió, además de escribir, situarse al frente de la dirección. En su primera página ya se concebía su intención: una mujer es la que va a emprender tan difícil tarea; cuento que son muy pocos los que se disponen a ayudarla. Pero nuestro deseo es grande y muy particular el espíritu que nos domina. Fomentar la educación de la juventud estudiosa, de esa juventud que nace ávida de conocimientos, y que tanto necesita el impulso de una mano atrevida para seguir adelante por el camino del progreso. Una verdadera declaración de intenciones con referencia al valor de la educación y como no, a los valores de la literatura.
En 1886 Carolina de Soto y Corro se traslada a Madrid, para dedicarse plenamente a la literatura, consiguiendo un gran número de premios, entre los que destacó el concedido en 1888 por la Biblioteca Nacional por su obra ‘Poetas andaluces contemporáneos’. Su participación en las instituciones sociales de la época queda plasmada al ser nombrada socia de honor en varias de ellas, como fueron la Asociación de Escritores y Artistas de Cádiz, la Ilustración Obrera de Tarragona, el Centro Instructor y Protector de Ciegos de Madrid. También fue socia de la Junta Poética Malacitana y académica de la Academia de Buenas Letras de Cádiz y de honor de Buenas Letras de Sevilla[1]. Se convertiría de este modo en una asidua colaboradora de un gran número de revistas, entre ellas, El Guadalete (Jerez, 1875), El Boletín Gaditano (1879), El Diario de Cádiz, El Eco de Andalucía (Sevilla, 1880), El Noticiero Sevillano (1882), El Renacimiento (de Sevilla), El Diario de Córdoba (1884), Revista Malacitana (Málaga, 1885), La Voz de la Patria (Madrid, 1888), El Liberal (Palma de Mallorca, 1892; Alicante, 1894), El Diario de Ávila (1905), La Monarquía (Sevilla, 1906), El Heraldo Andaluz (Madrid, 1907), El Debate (1914), El Imparcial (Madrid), La Semana Literaria (Madrid) y La Ilustración (Barcelona). Durante su prolífica carrera escribió una amplia producción de teatro infantil y un gran número de obras de carácter religioso, perfilándose en sus textos como mujer comprometida con el ideal católico. Así queda reflejado en innumerables escritos, como Corona a Teresa de Jesús. Diablo en el púlpito (1889), en la que ensalza a Andalucía. Entre sus obras en prosa cabe destacar su novela ‘Mauca’, que cuenta con una carta introductoria del poeta Manuel Machado o Bígamo, de 1895. Se desconoce el año de su muerte, aunque se cree que pudo ser más allá de 1922.
Por su parte, nuestra otra protagonista es Mercedes de Velilla y Rodríguez, una de esas poetisas que en sí misma encarna la belleza de las palabras sonoras, convirtiéndose en una de las figuras más importantes de la literatura sevillana de finales del siglo XIX, principios del siglo XX.
Como en el caso de Carolina de Soto y Corro, es posible que participara en una de las veladas literarias promovidas por el Mercantil de Sevilla, ya que hasta ahora no se ha podido encontrar el día y año exacto en la que se nombró socia honoraria. El repaso de su biografía es un verdadero homenaje a su figura, cuyo nombre es topónimo de una calle sevillana. Nació en Sevilla en 1852, hija de un procurador, José Velilla y Pons, siendo su madre, María de los Dolores Rodríguez, perteneciente a una familia acomodada. Su propio hermano, José de Velilla, era poeta y dramaturgo, lo que le hizo convivir con el mundo de la cultura desde su más tierna infancia. Su propia madre y su hermana Felisa también escribían poesía. La reseña de su primera etapa de vida nos la refiere el escritor Santiago Montoto, siendo ésta la época más feliz de su vida, en su casa familiar de la calle Monteros, el punto de reunión de los jóvenes que amaban las letras y las cultivaban en Sevilla, con la presencia de figuras destacadas como Cano y Cueto, Juan Antonio Cabestany o Rodríguez Marín. De Velilla trabó una gran amistad con la gran poetisa sevillana Concepción de Estavarena. Comenzó joven a colaborar con varias publicaciones, ganando el primer premio de honor de la Exposición Bético-Extremeña en 1872 y publicó su único de libro de poemas, “Ráfagas”, un año después, en 1873, cuando sólo tenía veintiún años de edad. Ya en 1876 estrenó su obra dramática “El Vencedor de sí mismo”, de un acto y un verso, en el teatro Cervantes de Sevilla. En 1877 fallece su padre y se inicia una etapa muy trágica, que ve sacudida por la muerte de su propio hermano José de Velilla en 1904, lo cual le obligaría a abandonar Sevilla y marcharse a la localidad de Camas, donde abrió una escuela para subsistir, al encontrarse en una situación económica precaria. Un escenario que fue empeorando junto con su estado de ánimo, el cual comenzó a desmoronarse como se puede adivinar leyendo alguno de sus poemas de esta época, de tono melancólico y lleno de pesimismo. El filósofo Méndez Bejarano instó al Ayuntamiento para que le pudiera dar una pensión que le permitiera subsistir, pero nunca se consiguió. El 12 de agosto de 1918 moriría en Camas. El 25 de septiembre de 1918 se publicaría una edición de sus poemas a título póstumo, en la que intervendría los capitulares Santiago Montoto y Blasco Garzón.
Quizás las historias de estas dos mujeres encierren en sí misma la trayectoria de dos grandes de la literatura que tuvieron que luchar y vivir ante unas circunstancias adversas. Es posible que el Centro Mercantil fuera una de las primeras instituciones que apoyaran la singularidad de estas dos poetisas, concediéndoles el galardón que mejor podía otorgar: convertirlas en socias de honor, en unos años en que la mujer no podía acceder a la categoría de socio. Dos mujeres comprometidas con la literatura y con los propios avatares de su tiempo que se incluyen con honor en la historia del Centro Mercantil de Sevilla, gracias a una encrucijada de caminos, que las llevaría a participar en algunas de esas Veladas Literarias que tanta impronta dejaron en el mundo cultural sevillano.
Dejamos a continuación dos poesías de su autoría:
LA VIDA
(Mercedes De Velilla)
Primero la niñez dulce y serena,
sin inquietud ni pena,
resbalando entre juegos y sonrisas: ¡Puro y naciente albor, fresco capullo,
indescifrable arrullo de hojas y ramas, pájaros y brisas!
Feliz después la juventud despierta,
como la flor abierta,
y perfuma el amor los corazones:
¡Ardiente claridad, fijo deseo;
misterioso aleteo de sueños, de esperanzas, de ilusiones!
Luego, la ancianidad, triste y sombría,
como nublado día,
entre recuerdos al sepulcro marcha:
sombra crepuscular, seco ramaje,
tristísimo pasaje de olvido y muerte,
lobreguez y escarcha.
NO TEMO AL MUNDO
(Carolina De Soto Corro Y González)
Si a sus flaquezas
Ni a sus envidias
Sí a sus miserias
Soy como el ave
Que rauda vuela;
Voy a la altura,
Vuelvo a la Tierra
Miro a las flores
Salto contenta
Vivo tranquila
Y tanto tierna.
José Fernando Gabardón de la Banda
Profesor de la Fundación CEU ANDALUCIA
Doctor en Historia del Arte y Derecho